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La bicicleta es un medio de transporte que existe desde 1817 y que fue ideado con el objetivo de tener un medio de transporte, construido en madera, que fuera más barato y fácil de mantener que los caballos.

Por redes sociales circula la reflexión que montar en bicicleta es un desastre para la economía ya que quien monta en bicicleta no compra carros, no presta para tener alguno y no paga transporte ni pólizas de seguro, tampoco combustible, ni revisiones o reparaciones. Tampoco necesita parqueadero y no causa graves accidentes, no necesita infraestructura gigantesca ni autopistas. Combate el sobrepeso y mejora la salud y las personas sanas no compran medicamentos ni medicinas, no van a hospitales ni visitan médicos, no aporta nada al PIB. Y termina esta reflexión agregando que caminar es peor aún para la economía puesto que el peatón ni siquiera compra una bicicleta.

En la lógica que tiene nuestra sociedad de bienestar y confort esta la medición de todo lo que hacemos, se premia la productividad y todo, absolutamente todo, tiene una medida de productividad: ¿A qué hora me levanto? ¿Cuánto tiempo paso en el celular? ¿Cuántos likes doy en un minuto? ¿Cuánto me demoro desplazándome? ¿Qué cocino para que este más rápido? ¿Cuántas personas atiendo en una hora? ¿En cuánto tiempo cada atención? Lastimosamente, es raro estar en el momento presente prestando atención a lo que estamos realizando pues siempre estamos pensando en lo que debemos hacer después o en cómo optimizar nuestro tiempo para producir más.

Actividades como leer, caminar, o conversar parecen acciones extrañas porque es difícil encontrar su unidad precisa de medición de productividad. Hay personas que sienten que su viaje en algún medio de transporte es tiempo perdido porque no tienen cómo medir productividad allí.

La bicicleta, cuando surgió, definitivamente podía, hasta cierto punto, reemplazar los caballos, al menos para el transporte dentro de las ciudades, sin embargo, un siglo después poco pudo hacer compitiendo con el automóvil, en ese entonces las condiciones de las ciudades y la cantidad de vehículos y sus características eran muy distintas y surgiendo la productividad es apenas lógico que la bicicleta quedará relegada a un uso casi deportivo.

Hoy día, la bicicleta puede ser el medio de transporte del futuro, se proyecta como la solución a todos los males que hemos venido arraigando desde hace más de un siglo. Se proyecta como solución a una movilidad cada vez más difícil y deficiente. Por lo mismo, ya se ha vuelto productiva, y existen apps para medir distancia, conectarte por GPS, artículos exclusivos para estos usuarios, seguros, vías, parqueaderos y nuevos mercados. Combate la crisis climática y es una aliada para generar cultura y disciplina en nuestra actividad deportiva y con ella salud física y mental.

Sin embargo, una transformación no planeada, como en la mayoría de los casos que se presentan en nuestra ciudad ha generado que el impacto sea mínimo. Es importante que esta transformación se piense desde las realidades de nuestro territorio, muchos argumentan que en “Europa funciona así…” pero más allá de si funciona en Europa o no, es entender nuestro territorio, nuestra cultura. La bici, estamos seguros también requiere no solo de forma física, tiempo, paciencia y experticia en su manejo, sino también de una cultura que se cultiva lentamente y que transforma el territorio y a las personas que lo habitan.

Paz, amor y chocolates.