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INFORME ESPECIAL
Por: John del Río
Comunicador Social y Periodista

Redacción San Buenaventura Estéreo 95.4 F.M
Viernes, 27 de octubre, de 2023
03:00 p.m.

En el transcurso de la historia universal, los seres humanos han estado en la búsqueda constante de personajes, símbolos y sistemas, que representen los diferentes grupos sociales de la mejor forma. Pues, la vida comunitaria conduce a la fijación, existencia y cumplimiento de normas, reglas y leyes, que, por ende, ordene la existencia de la convivencia.

Quizás, una de las más sobresalientes y necesarias pautas, que desde el inicio del cohabito de los mismos espacios entre los seres humanos se instauró, ha sido el liderazgo, la búsqueda, el hallazgo, la identificación, el designio y el empoderamiento a un líder, se convirtió en el artífice para la guianza y la defensa en las tareas diarias de la comunidad y, en consecuencia, permitir la búsqueda de respuestas a las situaciones que se pudiesen presentar.

Pero, como la perfección no existe, los diferentes periodos del desarrollo del hombre, le fueron dando la bienvenida a una postura cada vez más egocéntrica de la existencia, lo cual condujo a que los intereses, deseos y ambiciones de un individuo fuera el devenir de los demás.

El absolutismo que tildó a los Reyes y Reinas que mandaron en sus castillos en siglos pasados, de igual manera como los sistemas en la actualidad impregnados de totalitarismo, han pujado cada vez más por el fervor ciudadano a la permanencia de los líderes democráticos, para que los emocione, los conduzca y los esperance, con sus capacidades reales, para la solución a los problemas comunitarios.

Es así, como la elección popular de líderes, se puede comprender y digerir como la opera prima, para abolir la precaria idea sistémica como se ubican en algunos países a los administradores, ejecutores y vigilantes de los bienes locales, municipales, departamentales y nacionales, es decir, a los monarcas o dictadores.

Quizás, es una idea controversial, pero las elecciones no se deben asumir como lo mismo que la democracia, de repente, si son el asomo erguido hacia una vida democrática, puede constituir el balcón hacia la escogencia del líder que puede dirigir a un colectivo, la sala donde un actor social debe y puede pedirle cuentas a su elegido, y un patio o un jardín, en donde los representantes político-administrativos y los electores, interactúen, se retroalimenten y de esa simbiosis se cree un intercambio ganador.

La relevancia de un proceso electoral, radica en el poder que el Estado le da al elector, desapareciendo cualquier segmentación, discriminación o clasificación, es el momento del clímax entre el Gobierno y cada ciudadano, olvidando si es hombre, mujer, rico, pobre, negro, blanco, indígena, etc. para elegir su gobernante, sin intromisiones de divinidades y mucho menos, de las armas.

Finalmente, las elecciones son las nupcias entre el Estado y la sociedad, son las crisálidas que emergen para que nazcan, crezcan y se reproduzcan en la libertad, las instituciones democráticas y, en la actualidad, ojalá que vuelen como lepidópteras en el azul extenso de todo el territorio nacional, convirtiéndose en la manera más orgánica, para que los colombianos indaguen y ojalá encuentren su más adecuada representación política.