INFORME ESPECIAL
Por: John del Río
Redacción San Buenaventura Estéreo 95.4 FM
Viernes, 16 de junio, 2023
12:00 m.
Un Alcalde, es la persona nombrada para trabajar en un cargo público, el cual consiste en estar al frente y ser responsable de la buena gestión de la administración pública de una ciudad, distrito, municipio o pueblo, pero por supuesto, tiene regulaciones de tipo legal, de sus competencias, obligaciones, derechos y de la forma como los habitantes de un territorio lo elige.
Según la Constitución colombiana, el alcalde es el puesto ejecutivo de un municipio. El acto legislativo del Congreso de Colombia de 9 de enero de 1986 cambió el artículo 201 de la Carta Magna, donde consignó que los alcaldes fueran escogidos por voto popular. Su periodo de Gobierno, que primero era de dos años, se prolongó a tres en 1994 y luego a cuatro desde el 2004.
El Alcalde gerencia la administración Municipal y es el representante del Municipio. Sus obligaciones principales son:
* Administrar los recursos municipales.
* Velar por el bienestar y los intereses de los ciudadanos.
* Representar los habitantes ante el Gobierno Nacional.
* Promover políticas locales, para mejorar la calidad de vida no solo de sus electores, sino de todas las personas que habitan el municipio.
* Debe presentar a los electores un plan de gobierno. Si no lo cumple, los ciudadanos pueden pedir la revocatoria de su mandato.
Así pues, Colombia hizo una de las transformaciones más importantes de las instituciones del país, al fijar la elección popular de los alcaldes, permitiendo de esta manera, la modernización política, que venía atrasada durante años y materializada en un contexto de “guerra” y de violencia política.
El objetivo principal de quienes la impulsaron, fue lograr más acceso a la democracia y ejercer mayor eficiencia del Estado para operar los servicios ciudadanos, traducido en la confianza dada a los mandatarios democráticamente elegidos, en el rompimiento con el centralismo, en la generación de mejores relaciones con el Gobierno, en mayor autonomía territorial y en una eficaz gerencia del desarrollo local.
A pesar de todo, para algunos estudiosos, lo anterior no ha ayudado a que se mejore la eficiencia administrativa y financiera de los municipios (Manrique,2002 y Maldonado, 2011).
En primer lugar, ha sido por motivos como el clientelismo (favorecer a ciertas personas, organizaciones o partidos políticos para un fin), la corrupción (inmoralidad de un funcionario público), el gamonalismo (dominación de un campesino o varios al poder en el campo), el autoritarismo (abuso de una persona de su autoridad) y los cacicazgos políticos (territorios donde manda un solo político), lo cual genera desigualdad, exclusión y obviamente, entorpece el desarrollo social y económico.
Seguido, podría citarse el desbalance de las capacidades para administrar los territorios, mientras en las ciudades y zonas con más ventajas económicas y sociales, se presentan resultados más óptimos que en las zonas con mayores índices de pobreza.
Entonces, ¿Será que existe un perfil de Alcalde ideal?
La modernidad impone capacidades y habilidades para ser Alcalde como cualquier otro empleado público o privado, pero no contempla requisitos académicos o de experiencia laboral, pues de esta manera se busca la igualdad de condiciones para el acceso a los cargos de elección popular a todos los ciudadanos.
Pero, precisamente por lo variopinta que es la cultura colombiana, se puede deducir que los niveles de profesionalización de un alcalde y el ejercicio de su administración, varían en muchos aspectos, uno de ellos es la educación, los niveles educativos de los burgomaestres difieren de acuerdo a su situación socio económica, entre otros aspectos y también podría ser la experiencia en la carrera administrativa.
Lo que sí es cierto, es que por más que se desee perfilar un Alcalde, exigirles requisitos es una vulneración a la Constitución Nacional, exactamente en los artículos 40 y 103, porque al ser este un empleo de elección popular, lo principal que debe tener el aspirante es la opinión de los electores, adquirida en el debate durante las campañas en las elecciones, que supone una decisión política ciudadana con información.
Igualmente, el trabajo de los alcaldes es potencializar sus cualidades y destrezas adquiridas en las instituciones educativas, si las tiene y por supuesto las sociales, que se suponen fueron adquiridas desde su infancia y se han potencializado en su crecimiento hasta la adultez. Orientadas a solucionar problemas, asumir retos, enfrentar situaciones y contingencias que salen del desempeño de las actividades cotidianas en las instituciones del sector público, las cuales tienen como objetivos alcanzar las metas enfocadas al servicio público.
En resumen, independientemente de la legislación, la moral o la personalidad de los alcaldes, se les podría sugerir alguna base de características, para el ejercicio de tan loable y exigente labor:
* Vocación por el servicio público.
* Compromiso con la comunidad.
* Espíritu de trabajo social.
* Técnicas y herramientas, para implementarlas en la administración del sector público.
* Trabajo que lo lleve a obtener resultados.
* Amabilidad.
* Sociabilidad.
* Asertividad.
* Y, por supuesto honestidad.
Lo anterior, “no sería mucho pedir”, pues las recomendaciones citadas no serían un atentado contra el principio democrático de elegir y ser elegido, como sí lo supondría la obligación de tener un título académico. En sumatoria, las competencias anteriores son una opción más democrática y conciliadora para el país, que tienen como fin aprovechar al máximo tanto el capital humano como social, que posee cada uno de los aspirantes a una alcaldía, acompañado de la disposición que eso representa.